Retorno al pasado

Despues de muchos años, me dirijo a la vertiente aragonesa de Mont Rebei con la intención de escalar en la Pilastra.
Con una  mezcla de curiosidad y escepticismo me presento en Viacamp, dispuesto a adentrarme en la nueva versión turística de la Ribagorza.
Conforme nos vamos adentrando  me van apareciendo recuerdos. La vez que deje el coche atrancado en el río decidiendo seguir para escalar. Los largos pateos para escalar la Cade y sus vecinas. El día que decidimos coger una bota de vino en vez de agua para escalar la Cistus. El vuelo majestuoso de los buitres. Los últimos largos a la luz de la luna en la Existencialisme, El subidón de la Totxaires, la inexperiencia en la Pilastra dels Voltors. Una de las pocas fotos que conservo  junto a Joanfra y Martí. De Ricardo, compañero y anfitrión de la gran mayoría de vias que hice en este lugar en mis primeros años de escalada...
Sin duda, el momento mas emotivo fue al llegar a L'Estall. Pueblo donde residía una única persona: Santiago Domingo. Quien con calidez, nos daba la bienvenida a todos aquellos escaladores que pasábamos, dándonos nuevas de las últimas personas que habían pasado. 
Es cierto que no fué una persona con la quien tuviese mucho contacto, pero el hecho de pasar por ahí, sentir su ausencia y ver como la casa donde vivía se veía deshabitada desde hace tiempo. Me conmovió.
Me vino a la cabeza la palabra olvido. Como la vida pasa y nos va llevando uno tras otro, siguiendo intacta. Ese recuerdo y su puesta a día, me hizo percibir la transitoriedad de mi vida como un jarro de agua.
Recuerdo la imagen de Santiago, bien repeinado. Un domingo por la mañana, y su voz diciendonos con aire infantil, "vosotros ir a escalar que yo me quedo con las chicas".
Siento vacío entre lo moderno y lo antiguo. Echando en falta a nuestros ancianos, sus historias, y porque no decirlo a mis abuelos que se nutrieron de estas tierras.
Descolocado, seguimos la pìsta. Que tiempo atras se moría practicamente en l'Estall, hasta  el Albergue de Montfalcó. Lugar que junto a las pasarelas y el puente colgante se han convertido en los estandartes de la nueva era.
El lugar de Santiago Domingo ahora es reemplazado por unos atentos y càlidos refugieros, de los que todavía desconozco el nombre. Que han sabido dar al lugar una agradable calidez, un tanto enturbiada por la localización de lugar.
 La subida a la próxima ermita de Montfalco, lugar mágico si consigues saborearlo en un momento de soledad. Me consiguió aliviar de la sensación de ensotamiento que me había producido el lugar. Desde allí las vistas son increibles, se puede admirar todo el congosto. Las paredes de Catalunya y Aragón, que durante un tiempo de mi vida fueron recorridas con prisa, en búsqueda de logros y alimento para mi autoestima.
Después de largo tiempo, conseguía sentarme por un momento y saborear todo aquello que en su día aconteció. Darle un lugar al pasado y sentirme de alguna manera parte del congosto.
Estar en Aragón me provoca una sensación extraña, La sensación de llegar a casa, de no encontrar a nadie que me abra la puerta. La de querer estar, sin poder vencer la huida.
La evidencia que provengo de unos antepasados que desconozco y no consigo reconocer.

La escalada a la Punyalada  trapera todo un delirio.
Su aproximación placentera y su descenso por la feixa pausado, nos llevó al imponente bastión de la pilastra. Donde nos esperaban unos primeros largos plaqueros y equipados practicamente en su totalidad. Que nos llevaron a exprimir la adherencia de los gatos. Seguidamente entramos en la mas genuina de las escaladas Montrebeianas. Donde el gesto se convierte en lucha y el ambiente da sensación de vuelo.

Todo un gran viaje iniciático, donde Josep jugo sus cartas de forma magistral. Sabiendo amenizar con grandes momentos musicales, todo aquello que me iba aconteciendo. Sin mostrar el mas mínimo rubor a la hora de sacar el pop español de los 70 y tirar de Karina, Rafael y Nino Bravo... A modo de Chaman, con el fin de llevarme a lo mas profundo de mis memorias.